5 de noviembre de 2009

Dos corazones


De nuevo esa sensación.
Ellas se creen su sonrisa. Él cree sus besos. Nadie sabe que miente y, aunque parezca increíble, eso no le gusta.
No significó nada, se dice a sí misma, sin poder creerse sus propias mentiras. Yo sé lo que quiero; no es esto. Una más a la lista.
Mientras cenan, su mente vuela lejos del bar. Él le habla sin parar, sin ser capaz de ver a través de sus ojos que todo se está derrumbando. Sabiendo que algo ocurre, pero sin saber qué nombre tiene ese intruso entre él y ella.
No sabe que ella desea otro abrazo, otra mirada e incluso otros labios que no son los suyos. Tampoco sabe que la invade el miedo, ese miedo, pavor, a perderlo todo.
Es más complicado de lo que parece.
Cuando se separan, se dan un beso rápido. Y mientras espera el ascensor, se recuesta en la pared y repasa, una y otra vez, los besos que se dio con el otro. Llora de rabia al llegar a su habitación. Llora hasta que se queda sin lágrimas y le escuecen los ojos. Él le pidió perdón, eso la hizo sentirse peor. "¿Perdón, por qué?", "Me he metido en medio". Sintió deseos de besarle otra vez. Se colgó a su cuello para que no le diera tiempo a arrepentirse. El olor de su piel. Lo echa de menos. El tacto de sus manos. La sinceridad de sus ojos.
No puede dormir. La asaltan las pesadillas. Él lo descubre. Le grita. Pega a las paredes. Aguanta la ira. Grita. La odia.
Lo ve por los pasillos, se estremece. Aparta la vista, pero él la sigue hasta que cruza la esquina. No sabe si quiere correr o retroceder.
Mientras hace el amor, piensa cómo será hacerlo con el otro. Hay un momento en que siente un terrible deseo por estar debajo de él, oyendo su respiración en su oído. Su novio la acoge entre sus brazos, pero ella se siente atrapada. Son cinco años. Cinco. Y sólo ha necesitado cinco minutos para romperlo todo en mil pedazos.
Cuando vuelve a estar sola, se conecta a internet. Busca el primer chat que encuentra y comienza a hablar con un desconocido. Él la llama puta. Pero ella sonríe, necesitaba que alguien le dijera la verdad. Habla con más gente e incluso, una chica, intenta consolarla. "Te entiendo, yo también por algo similar. Es difícil elegir".
Se revuelve en la silla. No es difícil elegir, es demasiado fácil. Lo verdaderamente complicado es poder vivir con ello.
El fin de semana van al cine. La película no es una buena excusa para sollozar, es de acción, de las que le gustan a él. Son tan diferentes. Y tan iguales. Él se lo ha dado todo. La adora, ella lo sabe. Se desvive por ella, la quiere tal y como es. Quizá el tiempo haya desgastado lo que en principio era tan mágico. Seguro. ¿O tendrá la culpa ella? Le besa, sin ganas. Le sonríe, sin querer.
Huye del otro. Él respeta su silencio, su distancia. Y eso la hace sentirse peor. No hay forma de no quererle, no hay manera de no desearle en cada instante.
La semana es una tortura. Sin poder más, habla con él. "No paro de pensar en ti", "Yo tampoco". No quiere hacerle daño. A ninguno de los dos, no quiere, y eso no es mentira.
Otra vez esa sensación.
Esa pasión que te quema por dentro. La ansiedad de quitarse la ropa. La piel que no acaba. Las piernas enredadas. El calor. La explosión.
Después, llora. Llora porque no se ha extinguido el deseo, ni la culpa. Se han multiplicado por dos.
Y de nuevo, sólo hacen falta unas pocas horas para que todo lo que le ha costado tanto construir, se venga abajo. Nadie le creería si dijera que está enamorada de dos personas. Seguro que el tío que la insultó en el chat, tendría la respuesta clave.
No puede separares del otro. La mira, le brillan las pupilas. "Te estaré esperando".
Maldito tiempo. Necesitaría un universo paralelo, dos vidas, dos corazones. Pero sólo tiene una vida, una oportunidad.
...
Él la besa, ella sonríe. Celebran seis años juntos. Y cuando vuelve a casa, espera al ascensor y se recuesta en la pared, piensa en él. Y, de nuevo, esa sensación.

No hay comentarios: