17 de septiembre de 2008

Hombres, maldita sea

Mi madre me lo dijo: nunca te fíes de un hombre. Sin embargo, nunca la había escuchado, ¿por qué iba a hacer una excepción? Desoí sus consejos, entregándome a la aventura. Me enamoré locamente del amor, apostándolo todo cada vez que su luz rojiza me cegaba. En el tiempo del primer romance, no atendí lo suficiente en clase e incluso empecé a no estudiar. La culpa la tuvo Dani. Yo me sentía en las nubes cuando él me miraba. Mis amigas y yo reíamos como tontas pero, cada vez que pasaba por su lado, sentía que me quemaba todo el cuerpo. Supongo que era verguenza. La misma que sentí cuando nos dimos el primer beso a escondidas en el recreo. No era tan asqueroso como decían algunas de mis amigas, me gustó bastante y repetimos. Pero poco a poco me empecé a cansar, así que dejó de interesarme. Cuando comenzaba a recuperar las ganas por centrarme en los estudios, apareció Jorge. Era moreno y alto, y tenía una moto, no sé quien de los dos me gustaba más. Le dijo que me diera una vuelta y él me dijo que si yo le daba un beso. Después del beso, vino la vuelta, después de la vuelta, otro beso más.
Y, repetí curso, pero obtuve mi primer máster en besos con lengua. Al principio me resultaba hasta incómodo pero luego me acostumbré. Me alegré de cambiar de compañeras de clase, las otras me parecían insufribles y aburridas. Qué se puede esperar, ni siquiera habían tenido novio.
Aunque Jorge me gustaba mucho, cuando Diego apareció le dejé. Diego tenía más años que yo, era guapísimo y no estaba en el instituto. Pasaba de mí así que, para llamar su atención me empecé a maquillar. Le terminé conquistando. Lo malo es que no pasábamos mucho tiempo juntos por culpa de las clases así que, sin que mi madre lo supiera, empecé a saltármelas para verle. Estábamos todo el día juntos y, vi normal que quisiera que hiciéramos el amor cuando llevábamos saliendo algunos meses. A mí me daba miedo pero él me aseguró que lo tenía todo controlado. Al principio fue horrible, quería llorar e irme pero me dije a mí misma que no podía quedar como una niña pequeña delante de él. Aguanté como pude, menos mal que no fue muy largo.
Después de aquella noche, noté que Diego estaba raro conmigo. Ya me trataba de una manera diferente, casi distante. Así que, para darle celos, empecé a coquetear con Lucas, un amigo suyo. A Diego pareció no importarle así que, acabé dejándole y me fui con Lucas. Lo hice por rencor, realmente Lucas no me gustaba, lo supe porque cuando empecé a ver a Diego con otras, oh, Dios, no puedo explicarlo, ¡pensé que me iba a morir de celos! Además, ninguna era tan guapa como yo. Intenté hacerle ver a Diego lo que valía, pero él seguía pasando de mí. Como Lucas no me interesaba demasiado, le dejé cuando conocí a Rubén. Lo malo es que Rubén trabajaba por la tarde y sólo podíamos vernos por la mañana. Así que dejé el instituto, aunque me costó una buena pelea con mi madre. ¿Qué sabría ella? Tampoco había estudiado y estaba en su casa sin hacer nada, porque mi padre era el que trabajaba.
Rubén me tenía loca, el tiempo que pasaba sin él era como si nada tuviese sentido. Rubén, sólo quería estar con él. Pero por la tarde me aburría. Tanto tiempo sin él...iba a verlo de vez en cuando al trabajo, pero también me aburría porque él no me hacía caso.
Así que, a pesar de que lo quería mucho, lo terminé dejando.
Mi madre me obligó a empezar a trabajar. Conocía a una mujer que buscaba una chica para que le ayudara en su tienda, ordenando la ropa y cobrando. Me contrató y lo único que odiaba era tener que levantarme temprano. Fue allí donde conocí a Pedro, cuando iba con su novia a comprar. Creo que cuando me vio a mí, surgió el flechazo. Empezó a venir por la tienda y, al final, acabamos besándonos. Él aún tenía novia pero me dijo que la iba a dejar. Así que estuvimos un tiempo viéndonos en secreto. Yo no podía más, nos veíamos por las noches, él me recogía en su coche, íbamos a algún descampado y nos enrollábamos e incluso a veces allí mismo lo hacíamos. Estaba harta de la situación así que, un día que vino la chica a la tienda se lo conté todo. Menuda tía, me armó una increíble, empezamos a pelearnos allí mismo y nos tuvo que separar la dueña. Por su culpa me dejó Pedro, no sé qué le diría pero él quiso estar con ella. A mí, me despidieron y me quedé sin él.
Mi madre, muy enfadada, me dijo que me iba a echar de casa si no hacía algo con mi vida. Empecé a trabajar de cajera en un supermercado y, con mi simpatía, pronto ligué con varios chicos: Mario, dos meses; Santi, cinco; Rafa, ocho. Y por fin, el definitivo: Juan. Me preguntó a qué hora salía del trabajo y me esperó. Luego tomamos algo y me dejó en casa. Trabajaba en la obra y ganaba bastante dinero. Vivía en un piso con otros compañeros, porque odiaba a sus padres y se había ido en cuanto había podido. Yo casi empecé a vivir con él, todas las noches me recogía y dormíamos juntos. Por la mañana yo dormía más mientras él iba a trabajar y luego por la tarde iba al trabajo. Sin embargo, me quedé embarazada y se jodió todo. Juan se cabreó, no quería tener al niño pero a mí me daba miedo abortar. Él me dijo que me dejaría si no abortaba, así que lo hice. Me dolió muchísimo y estuve muchos días muy deprimida, pero bueno, lo importante es que Juan y yo seguimos juntos hasta que él me dejó por otra.
Pero bueno, hay muchos hombres y, conocí a otros: estuve 1 año y medio con Fernando y 1 año con Enrique. Cuando me redujeron la jornada, conocí a Sergio. Sergio era varios años mayor que yo, diez en concreto. Trabajaba montando cocinas y vivía solo. Me pidió que me casara con él y nos casamos. Yo dejé de trabajar, porque lo odiaba. Lo único malo es que tenía que limpiar, pero bueno, podía hacer lo que quisiese.
Me quedé de nuevo embarazada y esta vez lo tuve porque Sergio estaba como loco por tener un niño. Fue una niña y la llamamos Estrella.
Ahora Estrella tiene once años, yo tengo treinta y seis y Sergio me acaba de dejar. He vuelto con mi madre, no tengo otro sitio donde ir, ahora él vive con otra persona. Hoy me dijo: te dije hace mucho tiempo que no te fiaras de los hombres.
Maldita sea, tenía que haberle hecho caso. Sergio ahora quiere a Julio, un cabronazo gay como él.
Hombres, maldita sea, hombres, ellos me han destrozado la vida.

3 comentarios:

Raquel dijo...

Hola guapa he leido tu entrada y me encanta, la protagonista es un poco "ligerita", como lleva la historia hasta la conclución y donde la madre de ella llevaba razón...
besossss

No soy tu estilo dijo...

te entiendo perfectamente!ese amor loco que todo lo puede!yo tb me pasarñe muy lindo tu bl9og!

Anónimo dijo...

No es verdad que los hombres sean unos cabrones. ¡ La gente lo es!
Créeme cuando te digo que no se debe delegar la vida de uno/a en manos de ¡nadie!
Siento tu padecimiento,por que sé lo que es sufrir a mis cuarenta y...


Omm Krixis.