15 de febrero de 2010

Ni una más

Y Selene no volvió a llorar. Le costó caro, más euros de los que puede recordar su cirujano. Extirpadas las glándulas, sus ojos relucían claros y limpios. Sus amantes sonrieron cuando, al marcharse, ella no expresó dolor. Sus familiares la repudiaron cuando, con las muertes, sólo demostró entereza. El mundo la cuestionó al rumorearse que fue el corazón lo que el cirujano cortó.
Pero Selene paseó en los días de lluvia, y las gotas de agua rehuyeron su mejilla. Y los buscadores de carmín encontraron sangre debajo del hielo. E incluso su asistenta comprobó que la emoción parecía esconderse bajo el terciopelo de sus vestidos.
Sin embargo,al cabo de los años, volvió a encontrarse con el hombre que había sido el causante de su decisión. Por fin habló y cuando avistó la primera lágrima en el ojo de aquel que tanto había amado, Selene sonrió con su boca roja.
Había cumplido la promesa que se hizo a sí misma. Lloraría en ojos ajenos.

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